Ventana del calendario de adviento
el 21de diciembre
La Melodía Navideña de Antón y Antonia
Había una vez, en un pequeño y mágico pueblo escondido en el corazón del nevado norte, donde el aire olía a galletas recién horneadas y el calor de las chimeneas se reflejaba cálidamente a través de las ventanas coloridas de las casitas de los duendes. Los pinos estaban decorados con luces centelleantes que brillaban como estrellas en el cielo, y la emoción por la llegada de la Navidad envolvía todo con un resplandor suave y dorado.
En ese lugar encantado vivían dos duendecitos inseparables: Antón y Antonia. Antón, con sus rizos alborotados y sus grandes ojos brillantes, siempre tenía nuevas ideas. Antonia, con su risa contagiosa y sus delicadas manos, tenía un talento especial para la música. Una mañana, mientras los primeros rayos del sol iluminaban los tejados cubiertos de nieve, tuvieron una idea genial: ¡querían escribir una canción navideña! Una tan hermosa que hiciera sonreír incluso a Santa Claus.
—¡Vamos al bosque a buscar la melodía! —dijo Antón emocionado—. Allí hay tantos sonidos: los pajaritos, la nieve cayendo, y tal vez hasta las risas de los otros duendes. Antonia asintió con entusiasmo, y juntos se adentraron en el bosque nevado. La nieve crujía bajo sus pequeños pies, y el aire frío y puro les llenaba de inspiración.
En lo más profundo del bosque encontraron un rincón tranquilo bajo un viejo y majestuoso abeto. Rodeados de ramas cubiertas de blanco y la suave luz del sol invernal, comenzaron a cantar. La voz de Antón se alzó como si llamara a las primeras estrellas en el cielo. Antonia lo siguió con una melodía que flotaba entre los árboles como el canto de los ángeles. Cantaron sobre el amor y la amistad, sobre la magia de la Navidad y el brillo en los ojos de los niños.
Sus voces se mezclaban con el susurro de las hojas y el sonido delicado de la nieve cayendo. Era un momento lleno de alegría —sus corazones bailaban al ritmo de la canción. Cuando terminaron, se miraron y supieron de inmediato: eso era algo muy especial.
Al caer la noche, todos los duendecitos se reunieron alrededor del gran fuego en el centro del pueblo. Con el corazón acelerado, Antón y Antonia se colocaron al frente —sus manitas temblaban de emoción.
—¡Escribimos una canción para Santa Claus! —gritó Antón con orgullo. Los duendes escuchaban atentos mientras comenzaban a cantar. La melodía llenó el lugar con una calidez tan profunda que hasta el viento helado se detuvo para oírla.
Al terminar la última nota, estallaron los aplausos. Santa Claus, que había estado escuchando todo el tiempo, se acercó con su abrigo rojo brillante iluminado por el fuego como un amanecer. Con una gran sonrisa, les dijo:
—¡Mis queridos amiguitos! ¡Esa fue la canción más hermosa que he escuchado!
Desde ese día, Santa tarareaba la canción mientras empacaba regalos o preparaba su trineo para la Nochebuena. Y en todo el pueblo, la canción de Antón y Antonia se convirtió en parte de cada hogar, cada celebración y cada abrazo lleno de cariño.
Su melodía se volvió un símbolo de amistad, amor y alegría al compartir —una canción que viviría para siempre en los corazones de todos los duendes navideños. Y cuando empieza a caer la nieve y las luces vuelven a brillar, aún se puede escuchar: los alegres cantos de los duendes llenando el aire —un recordatorio de que la verdadera magia nace cuando compartimos nuestros sueños.
¡Feliz Navidad!


