Ventana del calendario de adviento

el 19de diciembre

El duende navideño Antón va a la peluquería

Había una vez, en un pequeño pueblo nevado muy al norte, un alegre duende navideño llamado Antón. Sus mejillas verdes brillaban como las estrellas sobre su acogedora casita. El aire estaba lleno del dulce aroma de galletas recién horneadas y del suave sonido de las risas infantiles que flotaban por las calles. Sin embargo, a pesar del ambiente festivo, Antón se sentía un poco incómodo. Su cabello, antes esponjoso y vivaz, se había convertido en un revoltijo sin forma.

“Ya es hora de un nuevo look”, murmuró ajustándose el gorro. Así que Antón decidió visitar a Santa Claus, quien vivía en su cálido taller no muy lejos de ahí. Santa, un hombre bonachón con una barba blanca como la nieve recién caída, siempre tenía las mejores ideas.

“¡Jo jo jo! ¿Qué te trae por aquí, pequeño amigo?” lo saludó con alegría. Antón le explicó su problema y juntos decidieron visitar la peluquería mágica “Haarlich”, un salón donde hasta el cabello de los duendes se convertía en pura fantasía.

Al entrar al local, los envolvió una luz cálida que bañaba el lugar con un resplandor dorado. Un aroma a hierbas frescas con un toque de canela le cosquilleó la nariz a Antón. En las paredes colgaban imágenes de peinados encantados: trenzas brillantes, rizos chispeantes y hasta cortes mágicos diseñados especialmente para gorros de duende.

La estilista, un hada alegre con alas resplandecientes, les hizo una señal con la mano. “¡Bienvenidos! ¿Qué puedo hacer por ustedes?” Su sonrisa era tan luminosa como el polvo de estrellas que caía por la ventana. Antón explicó su deseo de una transformación mágica, mientras Santa asentía con complicidad.

Mientras el hada movía sus dedos ágiles por el cabello de Antón, él sintió un cosquilleo en el cuero cabelludo. Las tijeras sonaban rítmicamente, casi como una melodía. Para su sorpresa, con cada corte se sentía más liviano. Cerró los ojos y se imaginó caminando por el pueblo con su nuevo peinado: ¡todos lo admirarían!

Al cabo de un rato, el hada giró la silla con un giro elegante y lo puso frente al espejo. ¡Antón no lo podía creer! Su cabello brillaba como nieve recién caída, perfectamente peinado, lleno de energía y encanto.

“¡Guau! ¡Estoy increíble!” exclamó entusiasmado. Santa le dio una palmada cariñosa en la espalda. “¡Estás listo para la Navidad!”

Al salir del salón, el aire frío del invierno los envolvió. La nieve crujía bajo sus botas y brillaba como diamantes al sol. Antón no solo se sentía distinto por fuera; su corazón saltaba de felicidad. Ya estaba listo para los días mágicos que se avecinaban.

“Gracias por esta idea tan maravillosa”, le dijo a Santa sonriendo de oreja a oreja. Santa asintió con sabiduría: “A veces, solo necesitamos un pequeño cambio para recordar cuánto podemos brillar.”

Y así regresaron a su mundo mágico lleno de regalos y amor. Antón, con un nuevo peinado y la certeza en el corazón de que lo más importante en la Navidad no es la apariencia, sino la alegría y el calor que compartimos con los demás.

Su pequeña aventura terminó con brillo y magia… ¡y la Navidad estaba a la vuelta de la esquina!