Ventana del calendario de adviento

el 13de diciembre

Una Aventura Navideña: El duende Anton y la Fiesta de Santa Lucía

En un pequeño pueblo mágico, escondido entre colinas nevadas y pinos centelleantes, vivía el alegre duende navideño Anton. Con su gorrito rojo que le cubría las orejas y una chispa de curiosidad en sus ojos, Anton era un duende muy especial. Le encantaba fabricar regalos para los niños y colarse en las casas en las noches previas a la Nochebuena. Pero ese año, todo sería diferente.

Una mañana, cuando los primeros rayos del sol besaban el suelo helado y el aire olía a pan de jengibre recién horneado, Anton recibió una noticia emocionante: ¡lo habían invitado a la fiesta de Santa Lucía en Suecia! Su corazón saltó de alegría. Había escuchado historias sobre esta luminosa celebración en la que niñas vestidas de blanco caminaban por las calles con velas, cantando canciones que ahuyentaban la oscuridad.

Con una gran sonrisa, Anton empacó su pequeña mochila con galletas de canela y especias para vino caliente. Saltó sobre su nube esponjosa y voló por el cielo. El viento silbaba en sus oídos mientras el aroma de la nieve recién caída lo envolvía. ¡Era libertad, era aventura!

Al llegar a Suecia, se encontró con un espectáculo impresionante. Las calles estaban decoradas con luces, el olor a bollos de canela llenaba el ambiente, y un grupo de niños cantaba canciones sobre la luz y la esperanza mientras sostenían velas encendidas. El brillo en sus ojos podía rivalizar con las estrellas.

Siguiendo la música hasta la plaza principal, Anton vio a la Reina Lucía con su corona de velas. Su voz, suave como campanillas, llenaba la noche de magia. El corazón de Anton se llenó de calidez. ¡Quería darles una sorpresa a los niños!

Sacó duendecitos de madera hechos a mano, corazoncitos de chocolate y adornos brillantes de su mochila, y los colocó alrededor de la plaza mientras los niños cantaban y reían. Al descubrir los regalos, los pequeños saltaron de alegría. Era pura magia.

La noche transcurrió entre delicias, risas y luces titilantes. Anton se sintió parte de una gran familia. No solo había traído regalos — también compartió su propio pedacito de magia navideña.

Mientras regresaba a casa sobre su nube, Anton supo que volvería cada año — no solo para repartir regalos, sino para celebrar la luz de Santa Lucía.
Y si alguna vez ves a un pequeño duende volando por el cielo o escuchas risas infantiles que llenan el aire, tal vez sea Anton — en busca de nuevas aventuras y cuentos llenos de luz.